La sana autocrítica al periodismo que ejecemos

Es sano encontrar dentro del periodismo miradas de autcrítica. El poder mirarse hacia adentro, autovalorar la actuación de que nos mantiene dentro o fuera de los parámetros éticos básicos de esta noble profesión, permite que se pueda seguir construyendo el periodismo en medio de la evolución de los tiempos y las nuevas exigencias que imponen los medios.

En la mayoría de los casos, el periodismo sigue la ruta equivocada. Las constantes presiones de los dueños del negocio mediático y los responsables de adquiri audiencia, llevan a periodistas con buenas intenciones a deformarse hasta tocar fondo. Si bien las causas de la desviación pueden ser cientos y todas partes de un cóctel de debate, lo único que puede llamar a la corrección del periodismo es la autocrítica: observaciones de periodistas sobre el mismo periodista.

Tal vez estos llamados de atención para muchos puedan sonar a autocensura, pero no lo es cuando se logra superar el fantasma para diferenciar la línea que separa la libertad de la censura justo cuando se encuentra en el punto en donde el respeto es el valor absoluto. Es el respeto a la fuente, al dolor de las víctimas, a la audiencia y al mismo periodismo. Se trata de autorrespeto y este se está perdiendo entre los mismo periodistas.

Esta vez la autocrítica viene del periodista Oscar Collazos que hace un llamado a esa cordura perdida en muchos periodistas. Si bien no debieran dividirse los periodistas por clases sociales, el periodismo está distribuido de acuerdo a sus estilos de hacerse y con ellos los periodistas. En esta autocrítica al periodismo, Collazos aprovecha un caso de dolor y muerte no violento como es el de Oscar Golden, para hacer un llamado que es válido para todos los casos de dolor y muerte violenta que se repite en Colombia. A este periodismo lo llama "de corrientazo" y atribuye el calificativo de comensal a la audiencia a quien por demás les reconoce su deseo de morbo. Este último concepto es muy discutible, toda vez que pareciera existir mas morbo en los medios que en la audiencia, pero esto no le quita el poder y lo acertivo a la critica a esos periodistas que deforman la profesión.

Esto es lo que dice la primera parte de la autocrítica al periodismo de Oscar Collazos, publicado en el periódico El Tiempo el Jueves 31 de Julio y bajo e título de "Microfonos en el Ataúd":

"Es frecuente que, unas horas después de haber aceptado la terrible fatalidad de una muerte indeseable y cercana, lleguen cámaras y micrófonos a preguntar a los deudos cómo se sienten, qué recuerdan del muerto, desde hacía cuántos días sabían que el muerto se estaba muriendo. Este es, desde hace mucho tiempo, un plato preferido en el menú de un oficio que yo llamaría "periodismo de corrientazo": baratijas informativas para saciar el morboso apetito de los comensales.

La costumbre es meterse, por ejemplo, en la vida privada del personaje público. Vivo o muerto, no importa. Hecho esto, se meterán con quienes lo sobreviven. Y, a partir de allí, la estupidez humana empezará a escarbar en la tierra recién arrojada al féretro o en los sentimientos todavía calientes de los deudos. ¿Con qué propósito? Con el propósito de convertir ese dolor en sintonía y en chiva.

La costumbre manda atrapar el instante en que todavía corre la sangre, pues la sangre coagulada no es noticia; dirigir el objetivo a la mueca de sufrimiento de la víctima; registrar los minutos de confusión y proyectarlos antes de que pierdan la vigencia del instante.

Hemos visto acercar las cámaras de la televisión al rostro de quienes acababan de recoger el cadáver de sus hijos o padres; los micrófonos zampados casi en la boca de soldados heridos de muerte; la feroz cacería de la imagen o la declaración atolondrada que sumará al dolor más dolor, más violencia a la violencia. Y porque lo seguimos viendo con la regularidad de una costumbre, no entiendo que esto se siga haciendo con la pueril excusa de que "el público" lo pide."

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Es claro que el tema es sensible, pero sobretodo pertinente. Nunca sobrará llamar la atención de los periodistas para que se miren en el espejo y logren corrgir sus actitudes. Nada más sano y nada mas tranquilizante para el periodismo que haya un polo a tierra, una voz que nazca desde la misma profesión en ejercicio para observarse y mejorarse. Bienvenida la autocrítica.